¿Cómo es que nuestra economía cuando crece, destruye y degrada nuestra calidad de vida, va contra nuestra propia salud?
FUENTE: Bajo el Mismo Sol, Radio Nacional Córdoba, Argentina. Entrevista a Horacio Machado Aráoz, doctor en ciencias humanas, investigador de Conicet del equipo Ecología Política del Sur.
HORACIO: Es una grata sorpresa que me llames por esta temática.
FABIANA: ¿Esperabas que convoque a un médico?
La epistemia de esta sociedad se preguntaría, ¿qué hace una persona de las ciencias sociales hablando de un tema médico? Nos cuesta mucho asociar de qué manera la salud de nuestros cuerpos está profundamente imbricada con la salud del planeta tierra. Y cómo el régimen de las relaciones sociales que establecemos como modo de vida, es la gran variable que interviene en la salud y en la enfermedad, tanto en el planeta tierra como en nuestros cuerpos.
Los filósofos y los sociólogos ya lo venían prediciendo hace muchísimo tiempo que es una crisis sistémica.
Efectivamente. Esta pandemia aparece como una gran problemática socio-ecológica, que es una crisis en sí del sistema de salud, de los cuerpos y de la tierra, pero que también puede ser interpretada como síntoma de una crisis mayor, una enfermedad mayor. Una que está vinculada a un modelo civilizatorio que va de contramano de la vida.
En la misma China, más allá de la anécdota del murciélago, Wuhan es lo que llaman una ciudad horno por la producción, porque tienen hornos de acero, hornos de cemento y es una de las ciudades industriales más poderosas y de mayor hacinamiento, también por la presencia de trabajadores. Esto también tiene que decirnos algo, ¿no crees? O que en Italia el sistema de salud haya colapsado siendo un país del primer mundo
Ahí le has dado en la clave de un análisis que me parece muy iluminadora para entender qué es lo que está pasando. Porque se dice que estamos ante un desastre natural, una epidemia cuyo desencadenate parece ser el murciélago, una enfermedad zoonótica y decimos es un desastre natural. Cuando en realidad esto está ocultando lo verdaderamente preocupante: los orígenes industriales del coronavirus.
El coronavirus no es provocado por un murciélago sino tiene que ver con las vinculaciones que hay entre una industrialización y urbanización exacerbada, ultraacelerada y desenfrenada, y como esto está impactando en el sistema climático en general.
Está produciendo y ha producido ya alteraciones drásticas en los rangos geográficos de la vida silvestre.
Hay toda una serie de mutaciones y cambios en la ubicación, movilidad y la concentración demográfica que hay de humanos, no humanos, mamíferos en general y la vida silvestre en su conjunto, que está vinculado a cómo ha ido avanzando este modo de vida hegemónico bajo el patrón, que generalmente llamamos desarrollo o progreso, y que está motorizando una drástica supresión de la vida silvestre, la eliminación y deforestación de grandes áreas boscosas, de bosques nativos, defragmentación de hábitats. Todo esto está produciendo una serie de transformaciones que está en el fondo de la cuestión.
Efectivamente, Wuhan fue el epicentro de la gran aceleración china, un crecimiento que tuvo lugar en la última década. Salvo los últimos dos, tres años que China ha frenado su crecimiento, ha estado creciendo con una tasa por encima del 10%.
Wuhan es una ciudad de más de 11 millones de habitantes y es el epicentro de la industria de la construcción de China. Toda la industria de infraestructura de acero, cemento vinculado con la infraestructura de construcción y desarrollos inmobiliarios y viales han tenido lugar en Wuhan. Es como un botón que muestra la historia de la sociedad urbano-industrial hegemónica en un breve periodo de tiempo. Entonces, no es casual que Wuhan haya sido el epicentro de esta enfermedad hoy convertida en pandemia.
Muchos compañeros se sienten incómodos, organizaciones sociales y organizaciones políticas, por el tema de quedarse en casa cuando tenemos un país con una historia de dictadura militar. Esas conductas venidas del estado nos genera cierto resquemor. ¿Cómo lo analizas, cómo lo ves? ¿Cómo lo sentis?
Efectivamente. En la raíz de los problemas tenemos un modelo civilizatorio que ha construido una geometría de los vínculos a contramano del sistema de vida.
El problema está en la matriz a través de la cual nosotros concebimos y establecemos nuestras conexiones y nuestras relaciones. Nos pensamos desde una lógica individual y el sistema tiende a pensarnos así. Entonces hay un problema en el tema de cercanía, contacto, vínculo, ahora entendido como vector de contagio, y distanciamiento o aislamiento, como medida profiláctica.
Pero la verdad es que el proceso de vida tiene que ver con los procesos colaborativos, las conexiones que se establecen. En término de cadena trófica, el flujo de energía y materia que hacen posible la vida.
Y el capitalismo, esta sociedad urbano-industrial, es una gran maquinaria de fragmentación, como por ahí un gran geógrafo la ha descrito. Entonces no somos concientes, o hemos ido perdiendo conciencia de hasta qué punto nuestra vida es enteramente dependiente de la colaboración de nuestro prójimo. No solamente de nuestra especie sino del sistema vida, del planeta Tierra como una comunidad biótica que nos excede y nos contiene, a nuestra especie y a todas las especies como una gran familia.
Entonces este sistema ha construido una matriz de relacionamiento basado en una lógica atómica, fragmentaria que nos ha hecho perder de vista hasta qué punto la vida es un fenómeno comunal.
Es decir, depende de la comunidad de vínculos que nos hacen ser partícipes de un sistema de vida.
La vida no es un atributo de los individuos. Todas nuestras vidas están conectadas. Entonces que venga ahora acá un pequeño microorganismo, sólo perceptible a través de microscopios, a decirnos que estamos conectados, que por más poderosos, omnipotentes y omniscientes que nos creamos, nos da cuenta también de la fragilidad que tiene nuestro sistema de vida.
Un pequeño microorganismo ha paralizado el planeta.
Entonces esto lo debemos pensar como una gran oportunidad para redefinir cómo nosotros estamos concibiendo nuestros vínculos. Como nosotros estamos planteando nuestra vida y hasta dónde pensamos que llegan las raíces de lo que nos hace seres vivientes.
Qué interesante. Tal cual, estamos interconectados y necesitamos uno del otro, para poder sobrevivir.
Estamos en una sociedad en la que, digamos, nos hemos maleducado en contactarnos, vincularnos a través de pantallas.
Ojalá este parate nos haga sentir otra vez la necesidad de estar en contacto con la fuente de vida, de abrazarnos, de tocarnos, de sentir con nuestra propia piel todo aquello que hace a nuestros organismos ser seres, vivientes y saludables. Desde el acto de la respiración hasta el acto de la hidratación, ver cómo nuestro cuerpo está íntimamente vinculado, en comunión con la biósfera en su conjunto, con una comunidad de seres vivientes.
Yo creo que esta parálisis, esta interrupción puede ser vista como un gran acto terapéutico.
Muchos analistas vamos viendo algo que ha sido muy evidente: cómo la parálisis de la economía ha sido un momento de recuperación ecológica. Lugares que han sido emblemáticos de contaminación en pocos días han recuperado el aire limpio, la atmósfera transparente. Y esto tiene que decirnos algo.
Es decir, cómo es que nuestra economía cuando crece, destruye y degrada nuestra calidad de vida, va contra nuestra propia salud. Hay algo que está mal. Ese divorcio entre economía y ecología nos está diciendo mucho.
Entonces hay ahí en la parálisis, en la interrupción de la «normalidad» de esta vida, una gran práctica de sanación. Parar es sanar, se nos está diciendo.
Y aquí también hay un acto pedagógico, diría, porque uno podría decir y jugar con esto: están paradas las clases, pero no hay clases en un sistema educativo que hace parte de una gran maquinaria que nos enseña y nos entrena a vivir como explotadores de la tierra. En gran medida el sistema educativo forma profesionales para explotar intensivamente la tierra.
Entonces cuando las clases están paradas, podríamos ver esta cuestión como una gran oportunidad para aprender de otra escuela, una escuela de los sistemas de vida.
Nosotros realmente necesitamos afrontar este gran desafío civilizatorio que significaría: no habitar la Tierra como explotadores sino como convivientes con otras especies compañeras que hacen parte de nuestras condiciones de vida.
Es el gran desafío que tenemos por delante. Es la gran oportunidad que esta pandemia, con todo ese saldo luctuoso que nos deja, nos abre como una luz de esperanza y que ojalá la podamos aprovechar.
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