Entrevista con Alika Santiago Trejo, 18 de Octubre de 2019
¿Qué es la Colectiva K-luumil X’Ko’ olelo’ob?
Nuestra organización, K-luumil X’Ko’ olelo’ob, que significa “Tierra de Mujeres” en maya peninsular. Somos una organización de mujeres mayas peninsulares de Bacalar, en Quintana Roo, México. Llevamos cerca de tres años y medio organizadas juntas, y nacemos como organización en el marco de un proceso de defensa que hay en la región desde el 2013, a partir de que se autoriza la siembra comercial de soya en la región, en el sur –sureste de México, y comienza en nuestra zona un proceso de defensa que es liderado sobre todo por compañeros mayas de un colectivo de semillas. En ese marco, las pocas mujeres que participabamos en el proceso, hicimos varios intentos de convocar a las actividades que habían en el proceso, para sumarlas.
Entonces no teníamos la convocatoria que esperábamos, y fue hasta el 2016 que tres de nosotras nos sentamos, con la voluntad de mirar que es lo que necesitaríamos para que las mujeres de nuestra región se sumaran, pero sobre todo queríamos en ese momento que se enteraran. Habían sido ya muchos años de lucha pues, hubo un amparo [de la Corte Suprema de México que suspendió la siembra de soya transgénica por dos años], hubo todo un proceso de formación política, jurídica y demás, donde participaban mayoritariamente de hombres. En 2016 entendimos que el tema de convocatoria tenía que ser diferente al que habíamos estado abordando, el tema jurídico, había una parte agraria, había un tema ambiental, como afectaba la soya también a la agricultura. Entendimos que la convocatoria a las mujeres tendría que ser desde otro lugar, desde otro enfoque. Entonces pensamos que el enfoque que podría ser más sensible para las mujeres era el tema de salud.
Así en 2017 iniciamos una campaña informativa masiva en la micro región, dirigida a mujeres indígenas, donde informábamos sobre los riesgos a la salud asociados al modelo agro-industrial, en específico sobre el uso de los agroquímicos. Junto a eso informabamos sobre el proyecto que estaba autorizado en nuestra región, y que se comenzaba a implementar, sobre el amparo interpuesto (habeas corpus), el fallo de la suprema corte y demás. Ese fue el primer momento donde nace nuestra organización, donde ya no éramos tres mujeres. Uno de los horcones (pilares) de nuestra organización es la salud comunitaria, también los derechos de las mujeres, y la defensa del territorio.
¿Cómo se construye el empoderamiento comunitario que les permite tomar la iniciativa para enfrentar un monstruo del tamaño de Monsanto?
Las mujeres que fundamos la organización, somos mujeres que hemos tenido muchos años de camino en trabajo comunitario, acompañando a mujeres en diferentes procesos. Cuando empezamos a tener esta iniciativa desde nosotros mujeres indígenas organizadas, empezamos a darnos cuenta de una serie de respuestas a nivel comunitario que tienen que ver con la falta de espacios propios. Vimos en la primera campaña una serie de situaciones que interpretamos como delicadas, que personalmente me sorprendieron. Nosotros informábamos con el afán de prevenir cuestiones de salud, y nos sorprendió saber que ya había comunidades que tenían muertos por intoxicación por el uso de los químicos, varios casos de intoxicación severa por consumo de alimentos fumigados, por ejemplo, por el uso de glifosato.
También había cuatro comunidades que tienen muchos casos de cáncer, en comparación con, por ejemplo, mi comunidad que estamos a 35 kilómetros de esas comunidades. Fue muy fuerte mirar que en estas comunidades estaba pasando eso. Pero lo más triste fue darse cuenta que no era solo a causa del proyecto, no eran lugares que tuvieran monocultivos extensivos, sino que en estas comunidades indígenas se daba esto porque existe una producción intensiva de diferentes tipos de hortalizas que se comercializan en el norte del estado, en toda la Riviera Maya y en Cancún. Esta producción intensiva hace a los campesinos producir y tener que poner muchas cosas. Eso nos dio un golpe muy fuerte, darnos cuenta de que esto es mucho más grande, porque la práctica viene de nuestros iguales. No es por medio de un cultivo extensivo de Monsanto, ni nada, sino la gente misma, apropiándose de un modelo que no es propio del pueblo indígena, pero que se asume por las políticas públicas que desde los años 80 se vienen dando y que tienen una producción más intensiva.
Eso también nos hizo pensar que teníamos que abordar el asunto con mucho más cautela, cuando informamos a las mujeres sobre los riesgos de la salud, algunas quedaban muy agobiadas, porque la sintomatología que comentamos era algo que miraban en algún familiar, el esposo, o el papá, e inmediatamente hablaban de todas estas muertes, le encontraban una causa a las enfermedades que había en las comunidades. Había mucha frustración, en términos de: “Aunque yo le diga a mi esposo o le diga a mi papá, no va a dejar de usar los químicos porque no me cree”. Porque yo no puedo decidir que use o no, porque necesita producir de cierta forma para tener una economía familiar (fuerte).
Eso está más cabrón, porque ahí entendimos que es comenzar a mirar que la lucha nuestra por el territorio, más que mirarla para afuera, tenía que ser al interior de las comunidades e ir tejiendo, bordando capacidades y fortalezas de nosotras las mujeres de comunidades indígenas y rurales, para poder ir transformando esa realidad. Nos dimos cuenta que eso iba a ser mucho más delicado que enfrentarnos con Monsanto, porque Monsanto sí es un monstruo pues y al menos hasta este momento no hemos visto amenazas directas hacia alguno de los líderes.
Pero comenzar a cuestionar la práctica de los varones, o la práctica del medio de vida de los demás, tiene que ver con cuestionar la vida en la comunidad, desde nosotras. A partir de eso, y posteriormente el año pasado que participamos en el Primer Encuentro de Mujeres que Luchan, con las hermanas Zapatistas, eso nos dio una mirada mucho más amplia de que sí, lo que tenemos que hacer es un trabajo para adentro. Pero antes de hacer cualquier cosa, nosotras como colectiva, tenemos que empezarnos a formar, para tener una visión común, mucho más politizada, que fortalezca liderazgos de nosotras, para, a partir de estas mujeres que somos la colectiva, ir desarrollando acciones comunitarias que tengan incidencia en la vida de nuestras comunidades.
¿Cómo se resuelve el supuesto trato igualitario del estado mexicano a los pueblos indígenas, cuando no se brindan apoyos en los idiomas de la gente, ni considerando sus contextos culturales? La política pública muchas veces refuerza la cultura patriarcal de discriminación hacia las mujeres indígenas ¿Como una organización de mujeres indígenas plantea esta reconstrucción identitaria del ser mayas, mujeres, de plantearse otras formas de lucha?
Creo que lo importante, cómo nos miramos ahora, hemos entendido que nuestra colectividad de mujeres indígenas es, por sí misma, una acción política importante, una organización nacida desde nosotras, con autonomía e independencia de pensamiento desde nosotras. En nuestras comunidades existen varias agrupaciones donde participan las mujeres, pero regularmente son a partir de espacios del Estado, o de programas estatales, difícilmente encontrarás autonomía (tal vez las iglesias pueden convocar, pero también es una instancia). Hemos entendido en la colectividad, que desde nuestro mirar, sentir y pensar, que nosotras seamos las líderes, eso ya es un acto político importante. Ir generando eso con más mujeres, teniendo nuestro espacio de formación política, que va hilando y va naciendo algo como un feminismo comunitario, creo que eso es como lo más importante. Nosotras hemos ido entendiendo que en la medida que provoquemos el encuentro de nosotras, para estar en un taller, para estudiar el territorio, para elaborar medicina tradicional, e incluso para cocinar juntas ya es un acto importante. Porque en nuestras comunidades las mujeres rurales disponemos de muy poco tiempo para nosotras, para encontrarnos, por el gusto de encontrarnos, para hablar de las cosas que nos interesan, para organizarnos, para resolver esas situaciones que creemos que pueden cambiar.
Algo que este año ha sido importante es que, con esta mirada de querer sumar a más mujeres y mirar por qué de pronto alguien participa o deja de participar, por qué mujeres que les gustaría participar no lo hacen, eso tiene que ver con el tema de la independencia económica. En ese sentido ya estamos abriendo una línea de fortalecimiento de la economía femenina porque creemos que eso también va de mano con la salud comunitaria indígena y también con el cuidado y defensa del territorio.
En la medida que una mujer tenga independencia económica, va a tener las condiciones para poder tener una participación efectiva, en diferentes espacios, para posteriormente ir teniendo más incidencia en lo comunitario. Nuestra lucha en este momento, más contra el estado grande, tiene que ser al interior de nuestras comunidades, tenemos que ir incidiendo en nuestros espacios, en los espacios de decisión comunitaria, en las asambleas, en las comunidades con los varones y las mujeres. Existe una lógica machista y patriarcal muy fuerte que nos dice que nosotras no debemos estar ahí, que nosotras tendríamos que estar al cuidado de la vida, de la familia, e incluso eso no se valora mucho.
¿Cuál es su política de alianzas?
Hemos tenido la oportunidad de compartir con otras mujeres de México, se han estado abriendo las puertas en diferentes espacios. Una de las organizaciones aliadas a las que agradecemos mucho es el Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir que nos ha acercado con otras mujeres y otras organizaciones, para poder compartir. También hemos participado en una nueva red, a nivel mesoamericano. Desde el año pasado estamos organizando un espacio por la defensa del territorio, donde colaboran organizaciones de México y Centroamérica, y eso nos ha permitido acercarnos con la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, con la Red Nacional de Defensores y Defensoras de la Tierra y el Territorio, con la Asamblea Nacional Política de Mujeres Indígenas. Poco a poco hemos ido abriendo camino, acercándonos con compañeras que ya tienen un camino bien largo. Eso es muy motivante y refrescante encontrarnos con más mujeres que están luchando desde otras trincheras, porque eso nos hace sentir acompañadas, respaldadas, nos da horizonte y esperanza de lo que estamos haciendo, de que lo que estamos pensando tiene sentido, y nos alienta a seguir caminando.
Miramos que cada vez en México se recrudece más la situación, pero también miramos otras perspectivas de otras realidades a nivel nacional y a nivel mesoamericano, nos hace mirar que todavía tenemos muchas cosas por hacer en nuestra región. En la península de Yucatán, que si bien ahorita está muy amenazada, creo que todavía estamos a tiempo de poder llevar a cabo muchas cosas a manera de prevención. Somos una Colectiva intergeneracional, hay niñas, adultas, la integrante más pequeña tiene 9 años, y hay compañeras de 68 años. Para nosotras es muy importante que en la lucha estemos las diferentes generaciones, sobre todo las nuevas, porque es una forma de compartir e intercambiar saberes.
Hoy ser defensor del medio ambiente es una actividad de alto riesgo, ¿Cómo vive la organización su actividad en medio de la ofensiva del monocultivo y la permisibilidad del Estado?
Nos preocupa mucho la situación nacional e internacional respecto a las represalias hacia las defensoras y defensores de derechos humanos ambientales e indígenas. Con el actual gobierno hay un doble discurso donde por un lado pareciera que hay una apertura,de diálogo y de construcción desde el Estado con los pueblos, pero en la práctica nos parece que sigue siendo lo mismo o peor.
Porque ese discurso que en apariencia parece muy benévolo confunde a las personas y las hace estar en un estado de despreocupación. Las inhabilita pues. En ese sentido creo que es preocupante.
Por otro lado, hay una estrategia del Estado Nacional con una lógica de apropiarse. Con esto del indigenismo, donde pareciera que hay una suerte de valoración del pueblo indígena, con un uso y un abuso de lo indígena, para poder deshabilitar los movimientos. Nos preocupa mucho mirar que existen líderes que han surgido en otros momentos importantes en diferentes luchas a nivel nacional que ahora se están volviendo parte, en formas directas o indirectas, del Estado, y eso es una forma de ir deshabilitando las mismas luchas.
En nuestra región, en la Península de Yucatán, en comparación con otras regiones del país, estamos en una situación en apariencia menos riesgosa, sin embargo, ya han habido amenazas a diferentes líderes, sobre todo en la lucha contra las (fuentes de energía) eólicas. Lo que sí es un hecho en la Península es que en este año en Tabasco han habido asesinatos de líderes y activistas ambientalistas; eso está muy cerca, aquí en la región sur-sureste. Nos parece que hay un recrudecimiento.
Con el Tren Maya [mega proyecto de transporte interestatal] en Bacalar, Quintana Roo ha habido una especulación tremenda de la tierra, y en el año reciente ha llegado mucha gente de fuera, y ya se está montando la violencia, los asesinatos y desapariciones, que eso aquí no existía. Este proyecto que todavía no se instala, el solo hecho de anunciarlo, ha traído especulaciones y modificaciones en nuestra región.
¿Qué quisieras contarle a otros pueblos sobre su lucha, sobre sus anhelos?
Yo les diría a las hermanas y hermanos indígenas de América que no bajemos la guardia, que debemos aliarnos, unirnos, tejer redes entre nosotras, entre nosotros, porque cada vez el monstruo capitalista está siendo más agresivo. Necesitamos vincularnos, creo que es bien importante que en nuestros pueblos se sumen las mujeres, que haya organización de mujeres que defiendan la vida de todas y todos. Es fundamental el estar de las mujeres en la lucha, el estar de las y los jóvenes. Tenemos mucho por hacer porque no nos pueden quitar esta tierra que hemos cuidado desde hace mucho tiempo, desde nuestras abuelas y abuelos. Tenemos que seguir en pie.
Ahora no estás en México. ¿Qué haces en la India?
Uno de los sueños de nuestra organización es que queremos desarrollar un centro comunitario, con un espacio educativo, que pueda convocar a mujeres y a niñas, niños y jóvenes de nuestras comunidades para desarrollar la medicina tradicional, para hacer nuestros talleres de formación política, para hacer nuestro espacio de producción de las mujeres, para poder convivir con los compañeros del Colectivo de Semillas Nativas.
En el marco de ese sueño que estamos trabajando, queremos hacer nuestra radio comunitaria también. Tuvimos la invitación este año del BareFoot College, que es como la Universidad de los Pies Descalzos aquí en la India. Nos becaron a tres integrantes de nuestra organización para venir a estudiar ingeniería solar, estamos aprendiendo a hacer instalación de paneles solares, con la intención de regresar a nuestras comunidades, y poder empezar un proceso, sobre todo con las personas que no cuentan con energía eléctrica aún. Pensamos que esta es una gran oportunidad porque nos daría, en primera instancia, poder hacer la instalación en nuestro centro comunitario, pero sobre todo creemos que es una oportunidad para enseñar a otras mujeres, jóvenes, un oficio más, que en este caso es el de ingeniería solar.
Estamos en la India, llegamos en septiembre y nos vamos en febrero. Estamos conviviendo con 50 mujeres rurales e indígenas del mundo, con mujeres de Siria, Egipto, Botswana, Mali, Camerún, Malasia, Tailandia, Colombia, Paraguay e Indonesia. Es una experiencia tremenda, primero porque es un espacio muy inspirador, una escuela muy grande, donde tenemos un aprendizaje cultural muy interesante, en donde buscamos entre todas cómo comunicarnos, porque todas tenemos diferentes lenguas. Pero está siendo una experiencia muy buena para nosotras y muy inspiradora para regresar y hacer mucho en nuestras comunidades. Estamos en el norte de la India, Rajasthan, en una comunidad que se llama Tilonia.
Para más Información, K-luumil X’Ko’olelo’ob