Durante la mayor parte del siglo XX, los estados nacionales en el continente Americano, casi sin excepción, desarrollaron políticas de asimilación forzada de los pueblos originarios. La obsesión “democrática” por la igualdad, terminó por invisibilizar, y en muchos casos llevar casi a la extinción de idiomas, lenguas, culturas e identidades étnicas de los pueblos originarios. La inequidad económica generó una colonización internalizada así como la idea de la necesidad de una sola identidad, una falsa imagen de unidad nacional que decretó países con un solo idioma, una sola cultura, una sola raza.
La idea nacionalista es, en ese sentido, exlcuyente de todo lo que era diferente. Fue hasta la gran oleada de movilizaciones continentales en remembranza de los 500 años de dominación colonial, que por fin, apenas en 1992, los pueblos indígenas dejaron de ser considerados “cultura muerta” o parte del folclor nacional. Las luchas indígenas por la reivindicación de sus identidades, sus idiomas, y su cultura, trascendieron fronteras y nos dibujó una masa continental colorida y diversa, multicultural, plurinacional, multi-lingüistíca. Así aprendimos que México tiene al menos 68 nacionalidades indígenas. Guatemala preserva 20 grupos étnicos diversos. Honduras y Panamá reconocen 7 cada uno. Las organizaciones indígenas en Colombia afirman que aún hay 102 nacionalidades. Venezuela tiene 44 etnias diferentes. Ecuador tiene por lo menos 14 nacionalidades y 20 pueblos indígenas y 36 nacionalidades aún tienen presencia en Bolivia. 17 en El Paraguay. 9 pueblos indígenas son reconocidos en Chile. Argentina admite tener 30 nacionalidades indígenas. Canadá reconoce un poco más de 600 nacionalidades indígenas.
Luego entonces, la realidad nos demostró que no era posible construir la modernidad del estado-nación bajo la premisa de la igualdad. Así, poco a poco, los procesos legislativos han ido adecuando su entorno para habilitar procesos de reconocimiento a las diversidades. Gobiernos autonómicos, municipalidades multiculturales, enseñanzas bilingües, reconocimiento a sistemas jurídicos ancestrales, e incluso en algunos países, legisladores, funcionarios e incluso un Presidente indígena dan testimonio de la intensidad de la lucha, y el tamaño de la reivindicación colectiva por derechos. Hoy muchos pueblos retoman el camino, para defender no sólo la identidad, sino también el agua, la tierra y el territorio.
A pesar de que en Estados Unidos hay al menos 562 pueblos y nacionalidades indígenas, el proceso de reconocimiento jurídico, y la incorporación de la cultura ancestral avanza lentamente por el país. Si bien la creación de las Reservaciones indígenas pre-supone algún proceso autonómico, en los hechos promueve la marginación y la exclusión de los sistemas el estado-nación EUA. La segregación impide que la cultura indígena pueda permear la cultura nacional norteamericana. En las escuelas no se enseña a los niños a apreciar y respetar a los pueblos originarios de esta tierra, ni siquiera se dan nociones de cultura indígena para que los niños de todo el país puedan entender que esa también debe ser una raíz que deben apreciar, pues fue la primera que dio luz a la civilización en este lado del mundo.
Lo cierto es que, descolonizar el pensamiento es muy complejo, y pasa por admitir que jamás hubo un “descubrimiento” de América. Que aquí había millones de habitantes, con más de 2500 años de historia a cuestas. Que existían cientos de nacionalidades originarias. Miles de idiomas y variantes lingüísticas. Por ello es muy importante que, aunque sea en pequeños pasos, se obtengan triunfos culturales y jurídicos al reconocimiento de esa diversidad cultural que dio origen a los Estados Unidos de América.
Por ejemplo, y nos congratulamos de ello, el que 57 ciudades y los estados de Alaska, Minesota, Vermont, South Dakota y Nuevo México tengan oficial reconocimiento al 12 de octubre como día de los Pueblos Indígenas, dejando de llamar a esa fecha “Día de Colón”. Es relevante porque comienza a visibilizar el genocidio, la exclusión y a reconocer que no hubo descubrimiento, sino barbarie, conquista y subyugación de las poblaciones originarias. El avance de este tipo de reconocimiento otorga un espacio en la esfera pública a las nacionalidades para estar presentes y actuar como partícipes de la cultura nacional.
Fuente: Our Mother Tongues
Asimismo, es un avance significativo que el languaje de los O’ceti Sakowin reconocido como Lakota, Dakota y Nakota es ahora parte de los idiomas oficiales en South Dakota. Lo mismo ha sucedido con el ʻŌlelo Hawaiʻi de Hawai, y Alaska que ya incorporó a los Inupiaq, Siberian Yupik, Central Alaskan Yup’ik, Alutiiq, Unangax, Dena’ina, Deg Xinag, Holikachuk, Koyukon, Upper Kuskokwim, Gwich’in, Tanana, Upper Tanana, Tanacross, Hän, Ahtna, Eyak, Tlingit, Haida, y Tsimshian como lenguajes oficiales en el estado.
Hace poco, conversando con Gabriela Badillo del proyecto 68 voces, en México, nos decía que “nadie puede amar lo que no conoce” y creemos que tiene razón. Para amar y respetar los idiomas, y las nacionalidades indígenas de los pueblos originarios, hay que conocerlos, respetarlos e incoirporarlos a la idea de país. El lenguaje es mucho más que un simple instrumento de comunicación. Incorporar el reconocimiento de los idiomas de los pueblos indígenas, refuerza el tejido social, ayuda a construir resiliencia en la comunidad, ayuda a sanar viejas heridas, y comienza a crear condiciones para que los ciudadanos indígenas de éste país, dejen de ser ciudadanos de segunda clase, y pasen a ser cuidadanos de pleno derecho.
El lenguaje es la raíz primera de donde se abreva la sabiduría de la cultura ancestral, el conocimiento diverso de los pueblos, la tradición oral, la historia. Cuando nos amamantan nuestras madres, también nos dan las canciones de cuna, la espiritualidad, la conexión con la madre tierra y nuestros ancestros. Reconocer esos acentos, esas diferencias, nos hace más grandes, más fuertes, y permite construir un país poderoso multicultural y respetuoso de las etnias que le dieron origen. Reconocernos diferentes es también sabio, incluyente y generoso.
Festejamos pues con esos pueblos estos avances importantes en el terreno legislativo, convivencial y los esfuerzos de los pueblos originarios en la construcción de un país diverso, plural y hermosamente dibujado por su cultura y respeto por lo diferente.