En el corazón de la Amazonía ecuatoriana, donde la selva es madre y refugio, las mujeres indígenas sostienen la vida, la memoria y la resistencia. Son las guardianas de los territorios, la medicina y la palabra.
Pero esa resistencia se enfrenta todos los días a una violencia silenciosa y brutal. Una violencia que se teje entre el machismo, la discriminación estructural y el abandono estatal.
Testimonio de mujer indígena:
Yo tenía 16 años cuando me obligaron a casarme. Me dijeron que era lo que tocaba. Pero él me gritaba, me pegaba, decidía por mí… y nadie hacía nada. Yo no sabía que eso también era violencia.
En las provincias amazónicas como Pastaza, Morona Santiago y Orellana, más del 65 % de mujeres indígenas han vivido violencia física, psicológica o sexual, según datos de la Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencia de Género del INEC (2019).
Esto se agrava, en la Amazonía en comunidades alejadas, denunciar es aún más difícil: la distancia a los juzgados, la falta de intérpretes en lenguas originarias y la desconfianza en las autoridades hacen que muchas víctimas callen por miedo o resignación.
Voz de lideresa comunitaria:
Nos dicen que es “nuestra cultura”, pero eso es mentira. La violencia no es cultura. Lo que nos violenta es el colonialismo, el machismo, el extractivismo. Las petroleras contaminan nuestra tierra. Los hombres armados intimidan a nuestras hijas. Y el Estado nos abandona.
Según el Instituto Nacional de Estadística, Censos y ONU Mujeres, 6 de cada 10 mujeres indígenas han sufrido algún tipo de violencia.
En 2018, Ecuador aprobó la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, un hito legal que, sin embargo, aún no llega con fuerza a las comunidades amazónicas. La violencia también se expresa cuando las mujeres que defienden su territorio son criminalizadas, hostigadas o asesinadas.
Según la organización Amazon Watch, en los últimos cinco años se han reportado al menos 42 casos de criminalización contra mujeres defensoras de la Amazonía.
Taita Camilo, líder comunitario:
Nuestros abuelos no enseñaban a dominar a la mujer. Eso vino de afuera. Hoy, estamos entendiendo que amar es cuidar, no controlar. Que nuestras hijas merecen un camino sin miedo.
Pero no todo es dolor. Hay rebeldía. Hay redes. En los últimos años, redes de lideresas indígenas han surgido en toda la Amazonía. Jóvenes mujeres se organizan para denunciar en sus lenguas, educar a sus comunidades y exigir justicia.
Las movilizaciones feministas han llegado a Quito y a las regiones amazónicas, tejiendo alianzas con organizaciones internacionales y visibilizando la lucha de las mujeres la Amazonia.
Voz joven femenina:
Aprendí que decir “no” no es desobedecer. Es sanar. Es romper una cadena que no me pertenece. Ahora sé que puedo alzar la voz y saber que no estoy sola.

La selva es vida. Y la vida de las mujeres indígenas no tiene precio. No más violencia. No más silencio. Defender a las mujeres es defender el territorio, la cultura y el futuro de la Amazonía.
Voz final en kichwa:
Kawsaypak warmikuna shuk puncha mana chinkachinauchu
Para la vida de las mujeres, nunca más el olvido.