Paraguay es un país mayoritariamente mestizo: el 97% de la población habla y entiende el Guaraní, que con el español son la lenguas oficiales. La fuerte presencia lingüística del idioma indígena Guaraní (es el único país del continente que es bilingüe en una lengua nativa) no es suficiente para que se considere a sí mismo como un país indígena, sólo se reconocen como Pueblos Originarios o Indígenas el 2% de su población, que pertenecen a las naciones Mbayás, Chiripás, Chulupíes, Paí Tavyterás, Enlhet Norte, Angaités, Enxet Sur, Sanapanás, Toba Mascoy, Ayoreos, Guaraníes Ñendevas, Guaraníes Occidentales, Qom, Achés, Makás, Ybytosos, Manjuis, Tomárahos y Guanás.
Paraguay es un país del cual no solemos tener mucha información en los medios internacionales, y como en todos nuestros países, los pueblos Originarios enfrentan situaciones adversas, y requieren de nuestra ayuda, en la difusión, en la atención, en la solidaridad.
Como ha sucedido en casi todos los países, producto de la construcción de la inequidad social y económica, las comunidades indígenas son quienes están resintiendo más los efectos de la emergencia por el COVID-19. Las poblaciones indígenas obedecen la instrucción de permanecer en casa, pero ahí no hay modos de subsistencia sin poder salir a cazar o pescar. Los territorios indígenas se encuentran expoliados por el desarrollismo, el extractivismo y la idea occidental del progreso, que acaba con los recursos naturales.
En Awasqa, conversamos con el periodista de radio Carlos Goncalvez, quien nos ofrece un recuento de los hechos recientes en las comunidades indígenas, además de un panorama de la situación en la ciudad de Asunción, capital del país. Las comunidades en las zonas urbanas también enfrentan hambre, y la gente se ha organizado para preparar “ollas populares” que es comida cocinada en colectivos, con donaciones, para alimentar a la población empobrecida, que carece de atención por parte del estado.
“Hay una experiencia significativa, las comunidades indígenas en la región occidental, los Angaités, que conviven con comunidades menonitas, en la Colonia Neuland, ahí, las poblaciones indígenas se organizaron e hicieron una campaña de recolección de víveres, y ellos mismos fueron a hacer entrega a poblaciones indígenas alejadas del casco urbano, a 130 kilómetros de ellos, a un costado del Río Pilcomayo, en la frontera con Argentina.
Ahí hay poblaciones indígenas que por su lejanía no reciben la presencia del estado, como tiene que ser. Son los propios compañeros indígenas quienes se solidarizan con ellos. Son pobres, entre pobres, solidarizandose…”
El estado nacional ofreció enviar ayuda alimentaria, y ésta ha llegado en condiciones muy precarias e insuficientes, tan así que Amnistía Internacional, se ha sumado a las organizaciones locales Tierra Viva y la Federación por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas (FAPI) para demandar al estado paraguayo acción inmediata de protección a las comunidades indígenas, en esta emergencia.
“La histórica falta de concreción de derechos a los Pueblos Indígenas, así como del despojo territorial del cual nunca han sido reparados de forma integral, a través de la restitución de sus tierras y de la implementación de proyectos de desarrollo que les permitan subsistir enteramente por sus propios medios, conduce a un escenario propicio para que de ingresar el COVID 19 en algunas de las comunidades produzca estragos difíciles de predecir a cabalidad. Los y las indígenas se debaten entre el hambre de hoy y la enfermedad de mañana.” Dicen en el manifiesto conjunto.
Como organizaciones que trabajamos por la protección de los Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas, no retrocedemos en nuestros esfuerzos de exigir la máxima protección para los Pueblos Indígenas. La concreción del derecho a la salud, la alimentación y el agua, confluyen en una necesidad imperiosa que no pude seguir postergándose”