Quieren volver a callarnos con armas de fuego y «La Palabra de Dios»
NOTA EDITORIAL: La situación en Boliva es inmensamente complicada y no puede reducirse a un simple «golpe de estado imperialista.» Sin duda, el mandato de Evo Morales, fijado a terminar el 20 de enero del 2020, fue interrumpido prematuramente, quien se vio obligado a renunciar junto con todo su gabinete (vicepresdiente, presidentes del Congreso y ayer, Ministro de Defensa) para evitar una escalación de la violencia. Y sin duda, la derecha, que veía a Evo como un candidato ilegítimo, inmediatamente ha aprovechado el vacío de poder para arrestar y amendentrar a la oposición, desmantelar el proyecto de nación plurinacional con preceptos colonialistas, racistas, patriarcales y religiosos. Eso es un golpe de estado y rechazamos contundentemente la militarización de Bolivia. Sin embargo, cabe recalcar que esta escalación del conflicto en Bolivia se vino desarrollando desde el referendum del 21 de Febrero del 2016 (21-F), cuando 51,3% de la población votó por «No» cambiar la constitución, y la decisión del Tribunal Constitucional de ignorar este voto y permitir que Evo Morales se postulara como candidato a la presidencia indefinidamente. Por aquello, la negación de una segunda vuelta el pasado 20 de octubre tenía ya todos los signos de ser vista y usada por la oposición como un fraude electoral. También es importante recalcar que varios de los movimientos sociales de izquierda en Bolivia tenían serias críticas hacia el gobierno de Evo Morales, en particular por sus alianzas con sectores empresariales de derecha y su política extractivista. Para nosotros en Awasqa la lucha en Bolivia no debiera reducirse a defender a Evo Morales, tiene más que ver con la defensa de los movimientos sociales y de los pueblos originarios que abrieron el camino con sus luchas decoloniales e hicieron posible que el primer presidente indígena del continente sea electo en el 2006, y de lo que peligran perder en un colvusionado país. En ese contexto, compartimos a continuación la declaración de la ONAMIAP.
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Lo que ocurre en Bolivia no es un hecho aislado, es un fenómeno global. Es el mismo colonialismo, que se siente debilitado frente a la resistencia y defensa de nuestros territorios ancestrales y derechos. El colonialismo quiere volver a avasallarnos, quitándonos nuestra identidad colectiva y eliminando nuestros derechos.
Así como los invasores en los siglos XV y XVI llegaron con la espada y la cruz, a imponer sus reyes, su idioma, su religión, su modelo económico, hoy los fundamentalistas se unen para imponer la vulneración sistemática de los derechos humanos, la negación de la diversidad cultural, la unión de iglesia y Estado superada hace más de doscientos años.
La wiphala, símbolo de resistencia de los pueblos indígenas durante más de cinco siglos, ha sido quemada y hoy las y los indígenas volvemos a ser obstáculo para el “desarrollo económico” de los ricos. No es casualidad que Camacho diga: “La Pachamama nunca volverá a Palacio quemado. Ahora Bolivia es de Cristo”. Y en las calles se escriba “Viva Bolivia Libre de Indios”. Los indígenas ya no somos ciudadanos y no merecemos derechos por no estar a favor de destruir nuestros territorios en nombre del “desarrollo” y la “democracia”.
El objetivo de la ultraderecha y los grupos religiosos conservadores es desbaratar todos los avances en materia de igualdad de derechos: entre pueblos indígenas y no indígenas, entre hombres y mujeres, en el cuidado del ambiente, en materia laboral y muchos otros.
Con la caída del gobierno plurinacional de Bolivia, queda Argentina sola en Latinoamérica, allí también arremeterán, porque la recesión económica la hace vulnerable. El Perú no es ajeno a estas crisis políticas y económicas promovidas por las políticas neoliberales, fascistas y los fundamentalismos religiosos. Nuestros derechos colectivos están siendo arrebatados, persiguen a nuestras lideresas y líderes, con el cuento del emprendimiento y usando el diálogo nos adormecen para quitarnos nuestros territorios y esclavizar a nuestros hijos y nuestras hijas.
Reconocemos que en Bolivia lo que está en peligro no es un gobierno ni un líder, es el proceso de los pueblos indígenas por recuperar la autonomía y la dignidad que nos arrebataron. Este proceso nació como una esperanza de emancipación y reformas sociales, sobre todo de los pueblos indígenas, no solo de Bolivia sino de toda Latinoamérica.
Un proceso que, sin embargo, cometió muchos errores. Centralizar el liderazgo en el caudillismo, no respetar los procesos de despatriarcalización de los movimientos de mujeres indígenas y feministas. Permitir el ingreso de miembros de la derecha en su gobierno. No romper con la economía extractivista. El TIPNIS fue el punto de quiebre y desde el gobierno se dividió a las organizaciones indígenas.
El caudillismo fue el principal error, que se repite en la historia de nuestro continente: centrar la mirada en un solo liderazgo, sin abrir paso a la renovación, a la alternancia, a las responsabilidades colectivas. Fue esto lo que le abrió las puertas a la ultraderecha.
En los verdaderos procesos de cambio, todos y todas somos importantes. Todos y todas somos responsables. Solo la unidad, el reconocimiento de que los procesos se construyen de manera colectiva y desde abajo hacia arriba, garantiza cambios reales y el respeto universal de los derechos humanos, colectivos e individuales.
Esa es hoy la tarea de las organizaciones indígenas de nuestro continente: construir una Latinoamérica donde no exista el clasismo, el fascismo, el racismo, el machismo, el fundamentalismo religioso, y que nos permita decidir nuestro propio modo de vida, que respete a la Madre Naturaleza y se encamine a la reciprocidad y al buen vivir. No un desarrollo impuesto por los poderosos que destruye a la Pachamama.
Hacemos un llamado a los pueblos indígenas de Latinoamérica, a todas y todos los explotados y marginados por este sistema. Debemos unirnos para resistir y promover la emancipación de nuestra América. Por nuestra dignidad, por la de nuestros ancestros, por nuestra Madre Tierra y por el futuro de nuestros hijos y nuestras hijas.