El coronavirus nos lleva a cambiar la forma en que vivimos o enfrentarnos a la autodestrucción

Publicado originalmente en: High Country News. La imágen es de Red Planet Books, un colectivo de artistas indígenas que están ofreciendo gratis una serie de pósters para la educación pública sobre el COVID-19.

El conocimiento indígena tiene mucho que enseñarnos sobre las pandemias mundiales.

Por ahora está claro que la pandemia del coronavirus es uno de los eventos colectivos más serios que la mayoría de nosotros hemos vivido. La propagación del virus ha sido una llamada de atención masiva para la humanidad, y no sólo en el sentido científico, logístico o incluso personal. También nos ha demostrado que la forma en que vivimos en el planeta está fatalmente desequilibrada. Deberíamos pensar en COVID-19 como una advertencia.

Debemos cambiar la forma en que habitamos el planeta, o enfrentar la autodestrucción causada por nuestra propia negligencia, si no es por la pandemia más tarde por la destrucción ambiental (o por ambas). Los cambios que necesitamos hacer no son sólo económicos y científicos; son filosóficos y prácticos y se refieren a las cosas que valoramos. Necesitamos reexaminar y revisar seriamente los marcos filosóficos que sustentan a la sociedad moderna.

Los pueblos indígenas que han vivido de manera sostenible en los mismos territorios durante miles de años tienen importantes sistemas de conocimiento que pueden intervenir productivamente en las estructuras sociales destructivas que actualmente orquestan nuestra caída. Pero primero, las sociedades necesitan escuchar.

Red Planet Books
Fuente: Red Planet Books. www.redplanetbooksncomics.com

El mundo tal como lo conocemos—conformado por siglos de avances tecnológicos, migración agresiva y crecimiento demográfico colosal—es el resultado de creencias particulares sobre cómo los humanos deberían vivir en la tierra. Quizás lo más reconocible para nosotros sería la creencia de que los recursos de la tierra están ahí para ser tomados por los humanos sin restricciones. Esta visión es tan arraigada que se consideraba que poblaciones enteras de pueblos Indígenas eran desechables, a través de contaminación por gérmenes y guerras, para dar paso a sociedades más «avanzadas» que utilizarían la tierra «adecuadamente». Como pueblos indígenas, sabemos todo sobre enfermedades extranjeras.

Un reporte de 2015 producido por la Comisión Rockefeller Foundation-Lancet, que dió origen al incipiente campo de la salud planetaria, concluyó que las fallas a nivel gubernamental y de implementación contribuyen no sólo a muchos de nuestros problemas actuales, sino también la falta de imaginación y conocimiento, incluida la excesiva dependencia de la economía como medida del progreso humano. En conjunto, revelan que las sociedades basadas principalmente en una orientación utilitaria y extractiva se basan en una visión del mundo que ha resultado terriblemente mal.

Los movimientos sociales en expansión y una gran cantidad de literatura académica han criticado durante décadas el crecimiento económico capitalista ilimitado, no cuestionado, así como sus impactos en la salud planetaria: el estudio de las formas en que el desarrollo comercial afecta el medio ambiente y sus consecuencias para la salud humana. Historias recientes de los medios , por ejemplo, han puesto de relieve la forma en que las enfermedades zoonóticas y los patógenos se cruzan de animales a humanos, desencadenando enfermedades infernales como resultado de nuestra interminable explotación del mundo natural. El ébola, el SARS, el MERS, la enfermedad de Lyme, los virus de la gripe aviar en constante mutación y nuestro coronavirus más reciente, COVID-19, son ejemplos perfectos.

Cuando cuidamos de la integridad de un ecosistema, cuidamos la integridad y la misma existencia de las comunidades humanas.

Las sociedades indígenas, por otro lado, se basan en visiones del mundo donde las necesidades humanas van equilibradas con las necesidades de otras formas de vida. Esta cosmovisión inherentemente reconoce las limitaciones del ecosistema, la esencia de la sostenibilidad.

Cuando se protege la integridad de un ecosistema, también se protege la integridad y la existencia misma de las comunidades humanas. Dentro de un sistema filosófico que respeta otras formas de vida como si fuesen parte de la familia, sigue automáticamente una ética de respeto, responsabilidad y reciprocidad, mediada por la reverencia. Esto es lo contrario de la extracción vulgar e interminable de recursos para obtener ganancias económicas a corto plazo.

Así como los científicos finalmente están despertando a formas de conocimiento indígena que pueden informar a la ciencia climática , los científicos de salud planetaria también deben mirar al conocimiento indígena para llenar los vacíos de la falta de imaginación, conocimiento e implementación.

Como pueblos indígenas, siempre hemos entendido que el ecocidio, la muerte de un ecosistema, es proporcional al genocidio. En los EEUU, esta forma de genocidio socialmente aceptable continúa en la forma en que nuestras tierras y recursos siguen siendo objeto de desarrollo tóxico, como lo demuestra el Dakota Access Pipeline y muchos otros proyectos de combustibles fósiles. Ahora, el coronavirus muestra que toda la raza humana enfrenta las ramificaciones del ecocidio y la pérdida de biodiversidad. Pero aplicar patrones de pensamiento indígenas hoy presenta un desafío.

El conocimiento indígena implica la aplicación de conocimiento particular en contextos particulares. No es universal como los sistemas de valores universalistas religiosos y capitalistas. Antes de que el conocimiento indígena pueda incorporarse a las cajas de herramientas de investigación y políticas, las entidades poderosas necesitarán aprender a asociarse con las comunidades indígenas locales de manera respetuosa, equitativa y no extractiva.

Al principio puede parecer una locura: esperar que las sociedades comiencen a valorar el conocimiento de los pueblos que han estado tratando de erradicar sistemáticamente durante siglos. No soy ingenua al respecto. Pero como maestra y «casi anciana» no es en la generación anterior en quien confío. En cambio, miro a los jóvenes.

Históricamente, siempre han sido las generaciones más jóvenes las que más lucharon por el cambio. Con su futuro en juego, ahora no será diferente. Depende de nosotros como ancianos ayudar a sentar una base filosófica transformadora para ellos.

Y cuanto antes mejor, porque como nos dicen los científicos, ésta no será la última o la peor pandemia que probablemente veamos.

Autores
Dina Gilio-Whitaker

Dina Gilio-Whitaker

Dina Gilio-Whitaker (Tribus Confederadas de Colville) es profesora de Estudios de Indios Americanos en la Universidad Estatal de California en San Marcos, es consultora y educadora en Planificación de Políticas de Justicia Ambiental. Sus intereses de investigación se centran en el nacionalismo indígena, la autodeterminación, la justicia ambiental y la educación. También trabaja en el campo de los estudios de deportes críticos, examinando las intersecciones de la indigenidad y el deporte del surf. Es coautora con Roxanne Dunbar-Ortiz, de Todos los indios reales murieron editado por Beacon Press.

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