Ojos de venado, pensamiento circular: Reflexiones sobre la pandemia y la filantropía

Artesanías Aramara

Existe el viejo adagio de un venado elegante—quizá de cola blanca, quizás con cuernos— que un científico mata para estudiar, para sostener su corazón carmesí, para despegar los párpados y ver la tierra reflejada en los orbes de la noche. Una vez muerto, ya no está. Su vuelo vital, sus movimiento hábiles, los saltos delicados a través de la hierba alta, su alerta ligero ya no están más.

Esta metáfora no tiene que ver con aquel cazador que pide permiso, que hace una ofrenda de polen de maíz o tabaco, que usa los tendones para coser y alimenta primero a los ancianos. Esta es una historia sobre matar para comprender, y perder justo lo que uno pretendía comprender en el proceso lineal de matar.

Si tan sólo el pensamiento lineal fuera visto como una opción y no la única forma de ver.

Si tan sólo…

El coronavirus proviene de los murciélagos, de las cuevas subterráneas profundas, salió de una incesante búsqueda que trató de alcanzar aquello que la sabiduría nos advirtió: de no entrometernos. Se podría decir que es algo similar a desenterrar uranio.

Este momento colectivo en el que nos encontramos está haciendo que todo lo que fue relegado a los márgenes—ya sea por ignorancia, malicia o negación—sea central. Se están cometiendo errores viscerales sistémicos, así como también se promueven soluciones marginales. Y una cosa es cierta, nos está dejando en claro que nada está aislado o puede simplemente, cómodamente, reducirse a una explicación lineal cuantificable. Aparte de mencionar que los desechos industriales provocan enfermedades, pero esto por sí mismo sólo puede entenderse a través de un pensamiento circular, orientado al diseño.

Si bien el virus COVID-19 en particular proviene de los murciélagos, los peores virus (para los humanos) provienen de otros animales, y aunque la investigación de los científicos en las entrañas de la tierra puede ser desatendida, es más peligroso talar los bosques del mundo, justificar el sacrificio de regiones por el lucro financiero y diezmar el hábitat de los animales, cuyas enfermedades no tendrían que llegar hasta nosotros si viviéramos más respetuosamente. Muchos no están sorprendidos. Las comunidades Nativas tienen profecías que nos habían advertido sobre esto, hablando de las enfermedades por venir, como resultado del desprecio de la humanidad por el sofisticado mosaico de la vida.

El escritor científico David Quammen , autor de Derrame: Infecciones Animales y la Próxima Pandemia Humana [Spillover: Animal Infections and the Next Human Pandemic], lo expresa con franqueza: «Los efectos secundarios zoonóticos seguirán llegando, mientras arrastremos animales salvajes hacia nosotros para destazarlos» y «un bosque tropical, con su vasta diversidad de criaturas y microbios visibles, es como un hermoso granero viejo: si lo derribas con una excavadora, los virus se elevarán en el aire, como el polvo». Advirtió que dejáramos a los murciélagos, en particular, en paz.

Más bien, los murciélagos no solo se estudian por sus virus sino que son asesinados, algunos hasta la extinción . O correlacionada de alguna manera con la extinción masiva de insectos que vivimos. Hace años, me detuve a un costado de una carretera en la zona rural del este de Australia, mirando una corriente aparentemente infinita de tinta negra, que revoloteaba por el cielo. Murciélagos en migración. No recuerdo cuánto tiempo estuve allí, con la cabeza levantada hacia el cielo, completamente hipnotizada.

Del coronavirus, los clásicos ecologistas que vienen a «salvarnos» culpan rápidamente a los «mercados húmedos», que es un término genérico para los mercados abiertos, en los que muchas personas del campo confían, sobre todo donde no hay acceso a supermercados refrigerados con luz fluorescente. Usualmente se culpa a los pequeños agricultores por la tala de bosques tropicales, en lugar de a las corporaciones megalíticas, agroindustriales y forestales, en las que probablemente están involucrados estos ambientalistas-filántropos. Las listas de accionistas permanecen astutamente ocultas, sin ser examinadas, mientras que las personas empobrecidas son responsabilizadas.

La comercialización a gran escala es lo que conduce a la cacería excesiva y la crueldad obscena hacia animales estresados y ​​aterrorizados, que son transportados y mantenidos en condiciones de caldo de cultivo para los virus. Sí, debemos detener el comercio ilegal de vida silvestre, así como la minería de oro con cianuro. Y de esos supermercados fluorescentes, las operaciones de engorda industrializada, y las granjas industriales que venden carne barata en envases de plástico, son igualmente responsables del aumento de las superbacterias.

En medio de esta pandemia, las estrategias maliciosas del capitalismo de etapa tardía se revelan sin rodeos. La compañía 3M posee la patente solitaria de las máscaras N95. Los políticos corruptos con sus contrapartes corporativas continúan forzando la desregulación: los salvaguardas de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) en los EEUU, los bamboleantes oleoductos (Keystone XL, TransCanada) que atraviesan los amados territorios de los pueblos, mientras que las comunidades permanecen protegidas en sus lugares. Las perturbadoras estadísticas, que representan vidas, continúan revelando injusticias tan antiguas como el colonialismo: las vulnerabilidades de vivir junto a las refinerías tóxicas, la falta de agua potable, las deficiencias nutricionales o la obesidad, todo lo cual los expone a mayores riesgos al virus nuevo.

La pandemia de COVID-19 es una crisis de salud que, al igual que la crisis climática, es una manifestación de injusticias compuestas en cada sistema entrelazado desde la ilógica de la globalización y su «lógica de mercado»—que produce el mismo cultivo para la exportación, que uno importa desde otro lugar, acidificando el océano con escorrentía de pesticidas, lo que obliga a las personas a realizar trabajos esclavos para alcanzar cosechas a gran escala, alimentos como materia prima, como veneno, como arma. Empresas farmacéuticas que obtienen lucro exorbitante. Los temas: monocultivo, monopolios, homogeneización, esterilidad, marcada disparidad económica.

Las grandes fundaciones con sede en los EEUU, han financiado durante años una llamada «revolución verde» en África (y en todo el mundo) a través de la promoción de semillas y pesticidas genéticamente modificados, que en última instancia benefician a las corporaciones multinacionales, compañías que luego invierten en aquellas mismas fundaciones. La financiación de fábricas para potenciales vacunas es un movimiento comercial, listo para sacar provecho de la vacuna contra el coronavirus cuando ésta sea inventada. ¿Qué significado tiene que la vacuna contra esta pandemia sea codiciada por los más ricos del mundo y se la considere una panacea? ¿Qué sucederá cuando la próxima pandemia sea peor porque la especulación económica volvió a «normalizarse» y continue desenterrando, fumigando y diezmando la integridad de la Tierra, y los virus se eleven al cielo como polvo?

La mente jerárquicamente lineal es buena para impulsar problemas que (los mismos) intereses corporativos arreglan para hacen dinero. Basta ya.

La mente circular ve las cosas de una manera diferente. La complejidad se valora, se celebra. El sentido común importa. Lo Desconocido es honrado, respetuosamente. Se entiende el fondo espiritual de la comida, parte de un ciclo elegante, como sustento—nuestra conexión con esta Tierra. La autonomía de los sistemas alimentarios significa seguridad, el cuidado de semillas es importante—las semillas de polinización abierta ahora se están vendiendo enloquecidamente en un furioso retorno a la jardinería. Y la salud personal se entiende en relación directa con la salud de la tierra. Toda la vida depende del agua. Las voces Indígenas siguen siendo algunas de las más arraigadas y articuladas sobre estos temas y en la incorporación de estos valores.

Que el mundo se encuentre al borde de una pandemia por hambre debido al COVID-19, destaca tanto las fuerzas de destrucción (agronegocios industriales, industria extractiva, minería, acaparamiento de tierras) como las soluciones, que inevitablemente se centran en la autonomía y la autosuficiencia de alimentos de producción local, donde debe reconocerse la sabiduría intergeneracional de los pueblos indígenas.

Gran parte de los fondos de la fundación para la que trabajo, gira en torno a la comida, en el sentido de la tierra, el agua limpia, la cultura en relación con el territorio. Soberanía alimentaria, soluciones alimentarias, comida como familia: salmón, bisonte, bayas de saskatoon, maíz, arroz salvaje, papas. Muchas de las organizaciones que financiamos son lideradas por Indígenas o son aliadas de comunidades Indígenas que tienen una comprensión profunda y compleja de los alimentos, la salud y la responsabilidad con las generaciones futuras.

Estas son organizaciones que también luchan por los derechos de las mujeres, los derechos a la tierra y por la autodeterminación. Estas son las personas que se interponen en el camino de los oleoductos condenados a contaminar sus ríos, sus salmones, sus hijos, sus antepasados. Estos son líderes que entienden que los problemas no están en atrincherados en cajones ordenados, con etiquetas de «cambio climático» como un problema de emisiones de carbono, y «salud» como algo diferente. Al igual que nuestros socios, respetamos que los problemas que enfrentamos están intrínsecamente interconectados y que segregarlos a menudo es una estrategia conveniente para que el mercado o las fantasías tecnocráticas se salgan con la suya, es decir, los mercados de carbono, la geoingeniería. Es por eso que priorizamos el apoyo a las personas y organizaciones más arraigadas en sus propios contextos locales y culturales, los verdaderos expertos.

Prácticamente, como fundación, esto significa financiamiento basado en fideicomisos con subsidios de apoyo general a largo plazo (en este momento, intensificado con subsidios de emergencia) y comprometidos a duplicar nuestro pago anual, que la ley fiscal exige que sea solo del cinco por ciento del beneficio de inversión de una fundación (las fundaciones son, después de todo, carteras de acciones). Junto con los financiamientos, invertimos nuestra donaciones para alinearlas con nuestros valores. Esto ha significado pautas estrictas de no compra, desinversión seria, traspaso de efectivo a instituciones financieras de desarrollo comunitario (CDFI) y préstamos a tasas de interés bajas o cero por ciento a los socios. Un aspecto crucial de todo esto ha sido la diversificación de nuestra junta y nuestro personal, por lo que nos guiamos por una amplia experiencia vivida, relevante para el trabajo de nuestros socios en el terreno.

Como cualquier fundación, continuamos beneficiándonos de una forma u otra de los mecanismos de colonización, industrialización y corporatización del mundo. Es posible que hayamos comenzado a dar otro ejemplo, pero todavía tenemos mucho trabajo por hacer.

Este momento de crisis está dejando en claro que el trabajo de nuestros socios proporciona ejemplos brillantes de cordura, honestidad e innovación. Con soluciones marginadas. Tienen comida para comer. O, a través de sus redes, están asegurando que las personas tengan comida para comer, que cuiden a los ancianos, que se cosan/sembren máscaras y jardines. Continúan hablando en voz alta, frente al capitalismo que se relame por la crisis generalizada en estos terribles momentos, para forzar sus agendas implacables. Están respondiendo con destreza y consideración, y también nos están diciendo cosas claras. En palabras de Jim Enote de la Colorado Plateau Foundation (CPF):

Si bien muchos esperan que el mundo vuelva a la normalidad, quiero dejar claro que la idea de lo «normal» no ha sido buena para las comunidades Nativas y otros pueblos marginados. Como resultado de deliberadas políticas federales anti-Indígenas y otros planes malvados, muchos pueblos Indígenas dependen para comprar la mayoría de sus alimentos de las tiendas. Y, en realidad, la mayoría de los pueblos Nativos no son resistentes y viven al borde de en un precipicio. Creo que ahora es el momento de comunicar y resaltar lo que CPF ha estado diciendo y priorizando todo el tiempo. Que la seguridad alimentaria, a través de prácticas agrícolas sostenibles, la protección del agua, el mantenimiento de los idiomas como recipientes de conocimiento tradicional y la protección de los lugares sagrados, son vitales para crear resiliencia, no solo como reacción a una crisis, sino siempre y como un derecho humano.

Esta es una pausa. Alto. La Tierra respira profundamente. El movimiento frenético e incesante de los humanos en jets, en automóviles, de repente se calmó. Desde Punjab, el Himalaya vuelve a ser visible después de estar cubierto durante décadas por el smog.

En este encierro, con reglas draconianas seguidas bajo riesgo para la salud, nadie sabe por cuánto tiempo tenemos que permanecer aislados.

Este es un ajuste de cuentas con la vida, con la muerte, con lo que realmente importa.

Del conmovedor ensayo de Charles Eisenstein, Coronación :

Como todo miedo, el miedo alrededor del coronavirus sugiere lo que podría estar más allá. Cualquiera que haya experimentado el fallecimiento de alguien cercano, sabe que la muerte es un portal para amar. El COVID-19 ha elevado la muerte a un relieve en la conciencia de una sociedad que la niega. Del otro lado del miedo, podemos ver el amor que libera la muerte. Deja tus lágrimas correr.

La palabra filantropía proviene del griego φιλανθρωπία ¡, cuya etimologíao quiere decir, «el amor de la humanidad». No el amor a la vida, la tierra o los animales. Estructuralmente, el énfasis está en benefactor y beneficiario, una polaridad. El concepto en sí se formó a partir de la noción de que el dinero es el mejor regalo de todos. Ninguno de los cuales es recipiente de agua.

La filantropía, como muchas estructuras existentes, exige una revisión profunda y exhaustiva, que comienza con enfrentar esos planes malvados ejecutados por años y generaciones, antes de que esta pandemia nos encerrara a todos y despejara el cielo.

Autores
Sonja Swift

Sonja Swift

Sonja Swift es directora ejecutiva interina de Swift Foundation. Su guía es el lobo o ma’iingan en Ojibwe. Ella siempre busca hacerse preguntas difíciles sobre la filantropía con una visión compremetedora en la coherencia, integridad y rendición de cuentas.

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